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ALONSO GIL    Critica    Quico Rivas

 

 

 

   ALONSO GIL Y LA ORQUESTA DE LOS MILAGROS        

 

 He paseado y he viajado con Alonso Gil, Loncho para el mundo, no tanto como me habría gustado pero sí lo bastante como para comprobar que tiene una flor en salva sea la parte. Quiero decir que tiene muy desarrollado ese otro sentido, extraño y envidiable, que podríamos definir como una combinación de al menos tres cualidades: el don de la oportunidad, el sentido de la orientación y el saber estar.  Esto se le nota en la manera tan particular y fluida que tiene de circular por el mundo con una media sonrisa eterna dibujada en el rostro, unos ojillos excrutadores que nunca sabremos si los abre o los cierra, y la confianza de quien no sabe exactamente a donde va pero tiene la seguridad de que su sexto sentido siempre le conduce a buen puerto, es decir, justo a uno de esos lugares que muy probablemente ya había prefigurado en algún sueño, diurno o nocturno, tanto da, y una vez allí, va a encontrarse justo con las personas que poseen las llaves del lugar, y una vez frente a ellas sabrá pronunciar la palabra exacta, la formula precisa, el abretesesamo que le abrirá el corazón de la persona, del mago o del genio que posee la llave del lugar, o la clave de la situación.

 

No significa esto que Loncho carezca de un plan, que noplanifique sus movimientos, tan solo que un artista que posee un sextosentido tan desarrollado lógicamente debe fiarse mucho de sus intuiciones, y estar abierto y predispuesto a derivas e improvisaciones. La mejor prueba de que no va por ahí al buen tuntún es que nunca se pierde, y una vez cumplida

la misión no solo vuelve entero sino más crecido, para contarlo y recrearlo para nosotros, para todos ustedes.

 

 En el lenguaje de Loncho hay tres frases comodín o latiguillos que siempre emplea para describir el pasado, el presente y el futuro de cada una de las misiones, viajes o situaciones en las que se embarca. A saber: que bien lo hemos pasado, que bien lo estamos pasando y, por fin, que bien lo vamos a pasar. ¿Significa esto que Alonso Gil es un artista feliz? No exactamente. La historia, decía Hegel, no es el lugar de la felicidad. “Los tiempos felices -añadía Mircea Eliade al glosario- son en ella páginas vacías”.

 

El arte, la poesía o la música son inconcebibles fuera de la historia, pero el artista sí puede evadirse, tiene la obligación de evadirse de esa cárcel que es la historia. El trabajo del artista es, entre otras cosas, una demostración práctica de que es posible ser libre en una sociedad esclava que consume encantada los productos nacidos al calor de una libertad cuya naturaleza por otra parte niega. Ahí radica, precisamente, la gran paradoja del trabajo del artista, de la creación artística en general, y Loncho la vive de una forma harto literal: el estudio, el taller donde trabaja y pasa las mejores horas, donde pinta y  cocina de muy diversas maneras los diferentes ingredientes que ha ido recolectando en sucesivos viajes, está ubicado en una de las calles más bonitas de Triana, en la casa que fue del Gran Inquisidor Torquemada, y que en su día estuvo unida por pasadizos subterráneos con el castillo que el Tribunal de la Santa Inquisición poseía en la orilla del río Guadalquivir. Si Torquemada ha pasado a la historia fue precisamente por su intuición de que quemar en la hoguera a los herejes no era suficiente, que el verdadero peligro procedía de sus obras, de los cuadros y de los libros.

 

 A su regreso de México, hará cosa de un año, Loncho se instaló en una nueva casa entre la Puerta de la Carne y los Jardines de Murillo. Si como dice una de las canciones de Veneno, “Sevilla tiene dos barrios bien diferentes, uno el de los turistas y otro donde vive la gente” esta nueva casa se encuentra justo en uno de los lindes entre ambas zonas y el video An error occurred, que ahora estrena en Cáceres, es el producto de la lógica curiosidad de Loncho por sus nuevos vecinos.

 

 Cuando Sevilla era un recinto amurallado, la Puerta de la Carne comunicaba directamente la vieja judería con el arrabal de San Bernardo y el antiguo matadero. En su día debió ser un lugar de mucha animación. El trasiego y el olor de la pitanza que por allí entraba en la ciudad camino de los mercados atraía a una pintoresca congregación de pícaros, granujas y mendigos, esa corte de los milagros que tan vivamente describe Cervantes en “Rinconete y Cortadillo” La Puerta de la Carne debió de ser, en efecto, uno de los mojones destacados de la agitada geografía hispalense cervantina que Rodriguez Marín describe así: “...andando de venta en venta y de venta en pueblo por las Andalucías, residiendo en Sevilla cuando le era menester y conversando aquí y allá y en todas partes con mesoneros, trajineros, frailes, soldados, mozas andariegas, regidores, escribanos, cuadrilleros,

echacuervos, alguaciles y ¿por qué no decirlo? con la flor de la canalla hampesca y la nata de la temeraría y a la vez temerosa jacarandina”. La cita la he tomado prestada del último libro de José Regueira, sobre Cervantes y Zahara de los Atunes, el segundo de los libros, donde se ocupa del importante papel de las almadrabas como cuna y cuartel general de la picaresca, empezando por la raíz “túnida” de la misma palabra “tunante”. Del diseño y maquetación de este libro se ocupó Loncho justamente antes de su aventura mexicana. Y como escribió un historiador hispalense, a la picaresca del Siglo de oro “le debe España la mitad de nuestra mejor pintura y tres partes de la fama de nuestro vino”.

 

          La Puerta de la Carne donde yo viví hace cosa de 25 años, antes de emigrar a la capital, era un barrio arquitectónicamente muy degradado con una población muy envejecida. En los últimos años, como consecuencia sobre todo de la fiebre restauradora provocada por la exposición universal del 92, ha cambiado por completo de color y vuelve a ser un cruce de muchos mundos y un continuo trasiego, surtido por un gran número de bares, mesones y establecimientos hosteleros. Tras el obligado paseo por el barrio de Santa Cruz, los grupos de turistas reponen fuerzas con la típica copa de manzanilla  y los obligados papelones de pescaíto frito.  Entre los numerosos veladores dispuestos a tal efecto una nueva fauna de pícaros hace su agosto. Y entre ellos, Loncho se ha sentido especialmente atraído por los músicos. Pero no por cualquier clase de músicos. Los protagonistas del vídeo de Loncho no son estudiantes del conservatorio que necesitan ayuda para pagarse el viaje de paso del Ecuador. No son saxofonistas o bluesman ambulantes que piden unas perras para continuar el viaje. No. Los músicos de Loncho tiene mucho más que ver con los tunantes de las almadrabas que con los tunos de la universidad. Son los restos de serie de la fauna humana, conseguidores y buscavidas callejeros cuyo modelo, en lo musical al menos, fueron y quizás sigan siendo pues hace tiempo que les perdí la pista, aquella banda callejera, genial e inclasificable, que respondía al nombre de “Los incansables de Torreblanca”.

 

          An error ocurred arranca con un travelling de las Tres Mil Viviendas sobre el que se lee, sobreimpresa, esta advertencia de clave situacionista: “la subjetividad obrera pura y dura se ha desmoronado. Los modos de vida humanos evolucionan en el sentido de un progresivo deterioro”. A continuación unas imagenes del paso de palio de la Virgen de la Estrella el día de su jubileo: “La parodia del marco proporciona placer (el mejor de todos el de pan de oro)”.

 

         Las Tres Mil Viviendas son el gran supermercado de la droga en Sevilla y seguramente por eso, de un tiempo a esta parte se habla de ellas casi tanto en las revistas y programas musicales, como en las páginas de sucesos pues se han convertido en una legendaria e inagotable cantera musical donde ya resulta difícil distinguir a los camellos de los productores. Allí residen, seguramente, la mayoría de los músicos que vienen a trabajar en horas de oficina a la Puerta de la Carne, pues a ellos no los quieren ni los camellos ni los productores. Hay que tener la sensibilidad y el sexto sentido que tiene Loncho para tratarlos como se merecen, para observar a esos desechos de tienta con pasión, no compasivamente; para reavivar esa pequeña candela, esa última chicharrilla que aún arde en el lecho de cenizas de esas almas en pena. Es esa mirada especial la que hace de An error ocurred una obra muy especial, una obra artística, además de un documento sociológico y antropológico de sumo interés.

 

         “La Orquesta de los Milagros” está formada esos músicos que la inmensa mayoría piensan que dan la lata porque no saben apreciar el impecable compás con que la toca “Joaquín el de la Lata”:

 

                        Yo sueño que Sevilla es de chocolate,

                        que la Giralda es de piñonate,

                         la Torre del oro es de caramelo

                         y el Guadalquivir anís del bueno

                         majunma majunma majunma... 

 

          “La Orquesta de los Milagros” está formada por esos músicos a los que muchas veces les damos unas pesetas no para que toquen sino para que se vayan, no para que canten sino para que se callen, pues la visión especular que nos ofrecen las más de las veces nos resulta insoportable. An error ocurred nos demuestra que, en realidad, se trata de una orquesta de solistas vocacionales en la que unos a otros se pisan el terreno, compiten por las horas, disputan por los puestos. Se excluyen pero se necesitan. En el fondo se trata de auténticos especialistas, cada uno o tiene una “canción especial”, como Blanqui, un defecto intransferible, como “El del Romero”, o un instrumento o cosa que nadie más sabe tocar, caso de “El Extraordinario del Cartón”, que toca eso, un pedazo de cartón como nadie jamas lo ha logrado tocar en toda la historia del mundo mundial. “El de los Seis Duritos” resume con su canción especial la tragedia de todos ellos, pues es el hecho de formar parte del reparto de esa tragedia y representarla en un escenario compartido lo que les confiere carácter de orquesta, “La Orquesta de los Milagros”:

 

 

 

                               Ay que dolor

                               va pidiendo por la calles

                               seis duritos pa comer

                                seis duritos pa comer

                                y cuando ya tiene bastante

                                se lo gasta en beber

                                impresionante

                                las borracheras que pilla

                                este tío es impresionante

                                no encuentra su casa

                                ni aunque la tenga delante.

 

          An error ocurred se complementa con un disco, Erizarte, también compuesto y producido por Loncho con distintas versiones de los temas de Blanqui y “El Extraordinario del Cartón”. Un tratamiento extrictamente musical paralelo y complementario del visual que viene a dar la medida del amplio abanico de actividades e interese de este pintor cuyo secreto aún seguimos sin desvelar. ¿Tendrá Alonso Gil eso que los árabes llaman “baraka” y los cristianos “buena estrella”? Tampoco es eso. ¿Poseerá quizás una lampara con genio que hace realidad sus sueños y deseos? Templado, templado. Los que compren el cd “Erizarte” ya están sobre la pista del secreto. Fíjense en ese  extraño pedrusco transparente, ambarino, que se reproduce en el centro de la carátula. El secreto procede del espacio exterior pero no será revelado hasta que se publique, en la primavera próxima, la monografía que actualmente estoy escribiendo sobre su afortunado propietario. Hasta entonces, salud, anarquía y música de la Orquesta de los Milagros.   

 

         

      

                     

Quico Rivas