Introducción a la presentación de Federico Guzmán    -    GRAZALEMA CHAMÁNICA

 

GRAZALEMA CHAMÁNICA

 

Me llamo Federico y me desempeño como artista en el tiempo libre. Estoy pintando en las montañas Grazalema, en la Sierra de Cádiz, explorando el misterio de la naturaleza en un entorno grande, rocoso y verde. En mi pintura estoy cultivando un paisaje de representaciones naturales, trabajando con la vida misma y las relaciones entre los lenguajes artísticos y naturales, entre la creación y reproducción de la vida natural y la mental. Estoy interesado en las narrativas

históricas tal como son inscritas en el paisaje por la gente que vivió o vive aquí. Un paisaje en las intersecciones de naturaleza, cultura e historia que forman el substrato en el que vivimos, nuestra tierra, nuestro pueblo, nuestro espacio,

nuestro lugar.

El trabajo que presento en Kobo Chica viene del estudio en la naturaleza sobre plantas iniciado en Grazalema de la mano de mi gran hermano Quico Rivas. Quico ha sido amigo, consejero y aliado en multitud de proyectos y aventuras artísticas: hicimos cambalache en la Calle del Cartucho de Bogotá, entrevistas con guerrilleras colombianas, excursiones psiconaúticas en Sevilla y Barcelona y declaramos una utopía pirata bajo la Torre del Oro en un barco en el río

Guadalquivir en Sevilla.

En los últimos años Quico regresó a los orígenes tomando refugio en Grazalema, el pueblo donde de niño pasaba las vacaciones en familia. En este frondoso enclave andaluz, la misma orografía montañosa que lo convierte en el lugar más lluvioso de la Península, conforma un útero de exuberante verdor lleno de magia y misterio. Más allá del infatigable Quico militante, aquí he conocido al amigo chamánico. El mago ancestral que es capaz de encontrar la eternidad “en el paisaje invertido de la Ribera en una gota de agua que cuelga por un segundo de una hoja de hierba”. No quiero hacer ningún homenaje a mi amigo. Estoy en Grazalema para perderme tras sus pasos por las verdes trochas de montaña en busca del paraíso.

 

Sobre la obra:En la galería Kobo Chica presento una serie de monotipos realizados en los talleres Benveniste Contemporary | Publishing and Printmaking y unos pájaros pintados en madera. En estas obras emprendo la búsqueda de “la enredadera de la serpiente” u ololiuhqui, una de las antiguas drogas mágicas de México; concretamente las semillas de ciertos dondiegos de día (Convolvulaceae) que contienen principios activos enteogénicos emparentados con la LSD.

Estas estampas transcienden formal y conceptualmente la idea tradicional de obra gráfica. He construido las piezas mediante la estampación en cuatricromía. Para cada imagen he pintado cuatro matrices amarillo, magenta, cyan y negro que se han ido estampando sucesivamente siguiendo la mecánica del offset.

La imagen fotográfica original se escinde para reconstruirse pictóricamente. La posibilidad de jugar con las cuatro planchas de color por separado permite experimentar con los registros al encajar o desencajar la imagen. La manera en que la tinta se deposita sobre el soporte de la plancha sin ser absorbida permite una variedad ilimitada de densidades y texturas de lo líquido a lo rugoso y de lo etéreo a lo molecular. Y la manera en que las texturas coloreadas se combinan despliega un arco iris fractal de tonos y matices al interior de cada pincelada.

Las sorprendentes posibilidades visuales de esta técnica me sirven para jugar con nuevas relaciones entre forma y contenido, evocando los efectos visionarios de fosfenos y colores saturados para representar estas flores alucinógenas.

Aprendiendo de “la planta que pinta”, abordo el grabado como una particular fórmula de “magia simpática” en la que resuenan los efectos del ololiuhqui en la conciencia: el artista individual se transforma en medio conductor de la propia

creatividad de la naturaleza.

Albert Hofmann hace un comentario sobre la consideración de los enteógenos como regalo del mundo vegetal: “Aunque conocemos la función de la mayoría de los constituyentes de las plantas, no sabemos de qué utilidad les pueden ser ciertas sustancias fitoquímicas llamadas alcaloides. No sabemos cómo los usa la planta, pero es indudable que no son esenciales para su vida. Hemos llegado a esta conclusión observando cómo dentro de cada especie vegetal productora de alcaloides hay variedades botánicas idénticas que no los contienen. Si los

constituyentes enteogénicos no tiene ninguna función vital para la planta, se plantea la pregunta: ¿por qué los producen?, ¿será especialmente para la humanidad? La respuesta a esta pregunta que se haya implícita en los ritos donde

intervienen enteógenos, constituye una cuestión de creencias”.

Federico Guzmán

 

 

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