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Texto                   Retratos Saharauis  por   Victoria Gil                         Neilson Gallery  2009

 

Retratos Saharauis, por Victoria Gil

Voy de viaje al Sahara. Siento ganas de conocer personas del Sahara. Me gustaría dibujar sus campamentos, sus wilayas, sus ropajes.
Pintar un homenaje al Sahara, a sus gentes.
Leo cosas del Sahara, información general dirigida a quienes quieren conocer el desierto.

Me preocupo mientras pienso que quizás estas lecturas sean como para turistas y me gustaría conocer mucho más que eso. Más que la arena. A lo mejor todo ha cambiado mucho desde que escribieron esas líneas.
Me preocupa pensar que lo que quiero hacer allí se convierta en exotismo, me preocupa la presencia de la posible guerra; todo eso me ponía triste.

Antes de ir sabía que el viaje era difícil, que había sido colonia española, que los habíamos abandonado a su suerte, cedido la administración a Marruecos, que habían llegado allí huyendo de la invasión Marroquí, y que en la zona ocupada eran torturados y encarcelados por el sólo hecho de reconocerse saharauis. Todo eso está en mis recuerdos del instituto de esa clase oscurecida.

Para ir al Sahara occidental coges un avión a Argel y luego otro a Tinduf. Cuando llegas te enfrentas a esa muralla de polvo, al viento, a andar entre pequeñas dunas de arena, en los campamentos, a las wilayas, a extensiones de casitas de adobe con sus tiendas repartidas por todos los barrios, todas iguales, y en algunas partes con vías anchas muy concurridas.

En un barrio encontré a una niña que me dijo que la acompañara a su casa, aunque fuera para una visita breve, que me iba a enseñar los secretos de los campamentos de esa parte misteriosa y oscura, como eran sus casas y sus zonas de recreo.

Quiero hacer un homenaje al Sahara occidental, un homenaje que sea un recuerdo, algo que ayude a superar el olvido. Hago un dibujo, un retrato de cada persona; quiero regalar mis gestos y mis sensaciones a cada habitante del Sahara occidental. Les pido que posen, que compartan el tiempo conmigo. Alguno me cuenta sus experiencias de cuando era estudiante en Cuba, me habla de su familia y yo describo lo que estamos haciendo allí. Se produce una interacción personal. Ya estaré siempre en el Sahara.
Me hablan de la guerra, de las torturas en la zona ocupada. Esto hacía que la rabia me saliera a borbotones por lo que elaboré una tela roja, chorreando a modo de plasma sanguíneo titulada Sí sitio. Aquí la rabia la desaté con una amenaza externa, invocada como protección, como exorcismo para ahuyentar la guerra.

A través de mi trabajo investigo sobre las posibilidades de transmisión de emociones del color que utilizo, un interés por el poder simbólico y energético del amarillo, color del desierto, junto al rojo sangre donde el sadismo se veía estimulado al servicio de una pulsión de muerte grotescamente agitada por la maquinaria bélica . Intentaba elaborar un vocabulario propio para establecer una relación entre los retratos más íntimos y la tela roja más abstracta y más crítica.

Cuando compartía el tiempo con estas personas me preguntaba ¿cómo experimentar este trabajo llevado al extremo de una manera política? ¿por qué no utilizar el mismo límite, darle un carácter político a nuestro gesto y, que cada retrato se convierta en el voto del pueblo saharaui para conseguir la autodeterminación?.

Este proceso personal me ha llevado a una relectura de la interactuación entre la vida y la obra, entre la teoría y la práctica, entre lo personal y lo público para concluir con el convencimiento de que lo personal es público

 



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